Cuando hablamos de la fertilidad del suelo del olivar nos referimos tanto a su fertilidad química como física, ambos son necesarios para entender su complejidad y funcionamiento. Sin embargo, un aspecto poco tratado pero esencial es la ‘relación entre la fertilidad del suelo y el agua de riego’.

En este artículo nos centramos en el impacto del agua en la evolución fisicoquímica del bulbo húmedo, su degradación, contaminación y pérdida de fertilidad que condiciona la productividad del olivar a medio y largo plazo.


 

Los suelos pueden clasificarse de diferentes maneras en función del criterio que se emplee. A nivel agronómico una de las clasificaciones más importantes está relacionada con la Salinidad y la Sodificación del suelo que vincula la calidad del agua de riego con la fertilidad fisicoquímica del suelo y su impacto en él. Existen casos en los que tanto la salinidad como la sodicidad tienen su origen en las propias características del suelo, aunque en la mayoría de ellos ambos procesos están provocados por la aplicación de agua de riego de mala calidad que con el tiempo altera las condiciones del bulbo húmedo, por ello siempre recomendamos realizar un análisis de agua de riego para conocer su calidad e idoneidad.

En el caso del olivar, el riego suele ser localizado por lo que técnicamente habría que hablar de bulbo húmedo sódico o salino, ya que el agua de riego no afecta al conjunto del suelo sino a una pequeña porción del mismo. No obstante, usaremos ambos conceptos, bulbo húmedo y suelo como sinónimos. Es necesario aclarar la diferencia entre agua o suelo salino y agua o suelo sódicoPor todos es sabido que algo salino es cuando hay un exceso de sales que pueden ser del tipo calcio, magnesio, sodio o potasio. En agronomía, dichas sales son necesarias para la planta y para el buen mantenimiento de la estructura del suelo. En cambio, el sodio es un elemento perjudicial para las plantas en general y para las propiedades físicas y química del suelo en particular.

Atendiendo a estos conceptos, los suelos podemos clasificarlos en 4 grupos: Suelos no salinos o normales, Suelos salinos, Suelos sódicos y Suelos Salino-Sódicos

1. Suelos no salinos o normales

 Este tipo de suelos se caracterizan por tener:

  • pH <8’5
  • Conductividad eléctrica (CE) <2dS/m
  • Porcentaje de Sodio Intercambiable (PSI) <7%

Son suelos que no presentan problemas agronómicos asociados a la salinidad, al tener una CE<2dS/m no existe pérdida de producción; ni a la sodicidad, no habrá problemas de infiltración causados por la dispersión de las arcillas como sí ocurre en suelo sódicos.

2. Suelos salinos

Este tipo de suelos se caracterizan por tener:

  • pH <8’5
  • Conductividad eléctrica (CE) >2dS/m
  • Porcentaje de Sodio Intercambiable (PSI) <7%.

Pese a que tiene una elevada concentración de sales (predominando el calcio y magnesio) y dado que el PSI es inferior a 7, podemos considerar que el suelo no está sodificado. La elevada CE implica una pérdida de productividad potencial. Aunque hay suelos salinos de por sí, estos no son muy frecuentes. En la mayoría de los casos la salinidad se debe al aporte de sales “extra” procedentes del agua de riego, siendo especialmente sensibles los suelos arcillosos, con alto porcentaje en materia orgánica.

Es posible disminuir la salinidad por dos vías:

  1. De forma natural por efecto de las precipitaciones, los cationes tienden a lavar las capas inferiores del suelo.
  2. Aportando agua extra, proceso denominado Fracción de lavado que lava el exceso de sales, al menos en las capas más superficiales. Para lavar la demasía de sales hay que tener en cuenta varias premisas:
    • El agua de riego debe ser de buena calidad (baja concentración en sodio y bicarbonatos) para evitar que se acumulen y convertirlo en un bulbo húmedo sódico.
    • El agua de riego no debe aportar altas concentraciones de elementos, como los cloruros, cuya acumulación pueden ser fitotóxicos para el olivo.
    • El agua de riego ha de tener una conductividad eléctrica inferior a la del suelo que queramos lavar.
    • El suelo debe tener una buena capacidad drenaje e infiltración para evitar situaciones de encharcamiento.

En la mayoría de los casos la salinidad se debe al aporte de sales “extra” procedentes del agua de riego, siendo especialmente sensibles los suelos arcillosos, con alto porcentaje en materia orgánica.

3. Suelos sódicos

Este tipo de suelos se caracterizan por tener:

  • pH >8’5
  • Conductividad eléctrica <2dS/m
  • Porcentaje de Sodio Intercambiable >7%.

Pese a que los bulbos húmedos tienen baja salinidad (<2 dS/m) buena parte de ella se debe al sodio. Cuando este se acumula en el suelo es porque previamente ha desplazado al calcio y cuando esto ocurre se dan dos situaciones:

  1. El Porcentaje de Sodio Intercambiable (PSI) se sitúa por encima de 7% y en los casos más graves supera el 20-30%.
  2. Aumenta el pH por encima de 8’5, frecuentemente entre el 9-9’5 y en los casos más graves se sitúe por encima de 10.

Causas de la sodificación:

  • Riego con aguas muy sódicas, alta concentración de sodio y baja de calcio.
  • Uso de agua que, aun no teniendo un elevado porcentaje de sodio, sí presenta altas concentraciones de bicarbonatos que una vez incorporados al suelo acaban bloqueando el calcio en forma de carbonato cálcico. Esta forma de calcio bloquea y sustituye al sodio originando la sodificación.
  • El suelo de partida ya sea sódico, situación muy anormal.

No todos los cultivares reaccionan igual a la sodificación. La variedad picual es más susceptible a los encharcamientos y no tolera las situaciones de hipoxia. Por contra, la arbequina es algo más tolerante.

Consecuencias de la sodificación:

1. El aumento del pH por encima de 8,5 debido a la acumulación de carbonato y bicarbonato sódico bloqueará la asimilación de prácticamente todos los micronutrientes como el manganesozinc y hierroesenciales para la fotosíntesis y crecimiento del olivo. Por tanto, el árbol sufrirá una severa desnutrición que se traducirá en la falta de crecimiento vegetativo y fuertes defoliaciones.

2. En este tipo de suelo el calcio es sustituido por el sodio. Y puesto que el calcio es un macronutriente esencial para el crecimiento y desarrollo vegetativo, el árbol sufrirá desnutrición severa y defoliaciones masivas.

3. Cuando el elemento predominante es el sodio, a partir de ciertas concentraciones es fitotóxico y puede afectar al desarrollo vegetativo del olivo.

4. El efecto directo del sodio se produce sobre las arcillas originando su dispersión. El efecto físico de esta dispersión provoca que el suelo se quede sin macro ni microporosidades, aumentando la densidad aparente del suelo, impidiendo la infiltración y la aireación. En estos casos lo habitual es que se den situaciones de encharcamiento e hipoxia radicular provocando su muerte y la improductividad del olivo.

5. La sodicidad afecta a la estructura del suelo.Evolucionando hasta convertirse en una estructura columnar, muy infértil.

6. Afecta a la materia orgánica del suelo. La materia orgánica se separa de las arcillas (complejo arcillo-húmico) quedando depositada en la superficie del suelo tiñéndola de manchas negras denominadas Alcalis-negro.

7. Las partículas más afectadas por la sodicidad son las arcillas. Cuanto más arcilloso sea un suelo más fácil será que se sodifique y con mayor intensidad. En cambio, en las mismas circunstancias, un suelo arenoso no tiende a sodificarse.

Para corregir los bulbos húmedos sodificados se debe actuar de la siguiente manera:

1º. Corregir el agua de riego, transformando un agua sódica en otra normal. Esto se consigue aportando calcio (nitrato o cloruro cálcico) al agua de riego. Si la sodicidad del agua es como consecuencia de un exceso de bicarbonatos aplicar ácidos (sulfúrico o nítrico) para eliminarlos.

2º. Aplicar sulfato cálcico, de forma manual, en la toda la superficie del bulbo húmedo afectado por la sodicidad.  No podemos aplicarlo vía fertirriego al ser prácticamente insoluble.

3º. Restaurar la disponibilidad de nutrientes en el bulbo húmedo aplicando quelatos de tipo EDDHA de hierro, zinc y manganeso (son activos hasta pH de 11) y aplicar magnesio para compensar la relación calcio/magnesio.

4º. Controlar la duración del riego para evitar encharcamiento e hipoxias puesto que el suelo tiene un infiltración muy reducida.

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4. Suelos Salino-Sódicos

Este tipo de suelos se caracterizan por tener:

  • pH <8’5
  • Conductividad eléctrica >2dS/m
  • Porcentaje de Sodio Intercambiable >7%

A diferencia de los sódicos, en este tipo de suelos el proceso de infiltración no se ve tan afectado porque el exceso de sales hace que las arcillas estén floculadas (no dispersas), el tamaño los poros no se reducen tanto como en los suelos sódicos y, por tanto, es posible mantener valores de infiltración y aireación adecuados.

Los salinos-sódicos no son suelos muy comunes porque tienden a evolucionar hacia suelos sódicos, especialmente si el calcio tiende a bloquearse o se lava a capas inferiores por lo que acabará acumulando sodio (aumentando el PSI), en forma de bicarbonatos y carbonatos, lo que originará paulatinos y constantes subidas de pH hasta situarse por encima de 8’5. La forma de evitar la sodicidad es aplicar las mismas medidas que en el caso de los suelos sódicos.

Nota: es frecuente que la mayoría de la bibliografía relacionada con la salinidad del suelo y el bulbo húmedo clasifiquen a los suelos salinos, sódicos, salino-sódicos con una CE de 4, en lugar de 2 como aquí se comenta, y con un PSI de 7% en lugar de 15%. Y es que las últimas investigaciones al respecto recomiendan usar criterios más restrictivos (principio de precaución) motivado por los graves problemas de salinidad y sodicidad que se están produciendo y lo difícil de su recuperación.


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Bibliografía

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